- Ya, un cuatro... - me dijo, luego de asentir por fin mientras daba mi respuesta de su última pregunta. De todas formas no pudo evitar decirlo como choreado, apestado y desmoralizado. Seguramente pensando "mira cómo me brotan estos alumnos mediocres, parecen peste", o algo parecido.
Yo sólo lo miré y le sonreí con mi mejor cara, exhibiendo mis dientes entre mis rojísimos labios.
- Gracias - lo miré con cara de "por favor, mi memoria no es de las mejores... piedad con esta pobre rata". Así que no le quedó otra que sonreírme de vuelta, con resignación. ¡Qué más podía hacer!
Lo peor de todo es que sí había estudiado. Me sentí medio humillada, sobre todo cuando antes de empezar la interrogación preguntó:
- ¿Cómo le fue en la prueba anterior? - con tono despreocupado.
- Mal, jeje - sonreí. Pensé que si sonría haría parecer que estaba de lo más relajada. Quizá funcionó, quién sabe.
- Uffff... - dijo, mirando mi rojísima nota en la planilla que tenía en las manos. Un "ufff" que interpreté como: qué pena, y tan inteligente que parecías.
Me paré de la silla, me despedí tratando de ser simpática, pero sólo dijo "chao", con un tono tan desagradable como para sentirse echada.
"Qué tanto", pensé "total, es un cuatro, algo es algo, y si no me hubiese presentado hubiese sido un 1.0, y tampoco estudié tanto como para picarme... come on".
Mientras venía de vuelta a casa, pensaba "ojala que nunca más me toque una interrogación oral...".
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