María me contó un rollo de aquellos, esos bien de mina, en las que incluye un mal hombre, un par de besos y mucho alcohol.
Me dijo que el tipo era un hijo de puta, pero yo no me fío mucho de esos comentarios, sobre todo viniendo de una mujer despechada, porque todos sabemos que para una mujer herida, todos los hombres son hijos de puta.
Y bueno, yo no estaba para juzgar, en realidad ni siquiera conocía al infeliz, sólo sabía que se merecía un poco de mi odio por haber jugado con los sentimientos de mi amiga.
El tipo la engatuzó, y la involucró en una relación, sí, así fue. El tipo la engatuzó y la hizo partícipe directa de un rollo que nada tenía qué ver con ella. ¿Qué hay de malo en que te guste un tipo que tiene pareja... cuando tú no sabes que tiene pareja? Pues aquí tienes la respuesta: TODO.
Yo no sé cuál es el afán de algunos tipos de querer llamar la atención de las minas por el camino fácil: haciéndolas mierda, así, literalmente mierda. O sea, zapatearles el corazón hasta que la mina los termine odiando.
Miren, está bien, es efectiva la táctica, porque definitivamente la mina no puede dejar de pensar en él, pero también es cierto que no puede dejar de sentirse tonta, usada, pisoteada, pasada a llevar. No puede dejar de vivir con ODIO, y ese es el punto, no otro: ningún ser humano merece vivir una hora de su vida con odio, porque es sencillamente horrible.
A mí me da lata, no rabia, porque ya he superado las mías, mis hijos de puta ya han pasado a la historia y por último el destino me ha compensado con buenas personas.
Me da lata que los hombres se porten así, porque las mujeres vivimos con miedo: a embarazarse, a pegarse el virus del papiloma humano, al cáncer de útero, a quedar solteronas, a que no te llegue la menstruación, a engordar, a que se te caigan las tetas, a quedar sin poto, a que se te olvide depilarte el bozo, a que te pillen urgándote la nariz en público, a que se te escape un pedo en público, a no depilarte bien el rebaje cuando vas a la playa, a que se te olvide tomar la “pastilla”, en fin, miles de miedo, y se agrega este: encontrarte un imbécil en el camino...
Y no me vengan con que también hay mujeres malas porque eso es cierto, pero no es porque ellas quieran ser malas, es porque también no quieren verse como unas imbéciles que han sido horriblemente heridas una y otra y otra vez.
Hombres, no sean malos, no desmoralicen a mujeres como a mi amiga María, mujeres buenas que no han roto un plato en su vida esperando al príncipe que las bese y las lleve cabalgando en un blanco corcel jaja, no, no, pero por lo menos un hombre bueno que las haga felices con un beso.