Estos días han sido especiales. No puedo decir que han estado nefastos, porque no es así. No me he permitido odiarlos, es cierto. Estoy enamorada de mis días.
Camino hasta el cansancio, miro a la gente, me siento en las bancas, y comienzo a escribir todo lo que se me ocurra en los cuadernos que solía usar para la universidad.
Ayer pasé por una iglesia, me encanta conocer iglesias y cementerios. Entré, y me paré enfrente de todos los santos.
Leí una placa que decía "Muchas gracias por las Vendiciones", me reí interioooormente...
Vi a gente sufrir... gente rogando... llorando... exprimiendo tarjetitas con la figura de sus santos.
Eso no es para mí. Las iglesias católicas están llenas de llanto y figuras ensangrentadas. En mi iglesia la paso mejor: Escucho Tool bien alto, camino entremedio de gente apurada, me siento en las bancas donde las palomas cagan, tomo el sol de otoño, los árboles se deshacen a mi alrededor. Algunos fotografían dentro de la iglesia, otros comen. Escalamos el cerro esperanzados, y lo descendemos pensando en la realidad que nos aguarda abajo... agarramos fuerza y ponemos los pies firmes en la tierra, agarrando nuestro bolso firmemente para que nadie nos quite nuestras pertenencias.
Nos vamos a casa, dormimos, y el día siguiente es OTRO DÍA.
Te quiero, díaz.
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